Los estudiantes no se tocan.

Fernanda Montes Romo.

En la Universidad Autónoma de Sinaloa ha surgido la Federación de Estudiantes de la UAS (FEUAS), integrada no por improvisados, sino por los mejores promedios académicos, jóvenes destacados en la investigación, la cultura y el deporte, estudiantes que además han participado en actividades extracurriculares que engrandecen a la institución. No son un grupo cualquiera: son la representación más legítima de lo que significa la excelencia universitaria.

Estos jóvenes han decidido no quedarse de brazos cruzados, sino participar de manera activa en la vida de su universidad. Y lo demostraron este 2 de octubre, al marchar con dignidad en memoria de 1968, recordando que la juventud siempre ha sido motor de cambio social y que en la UAS no será diferente.

Lo indignante es que este esfuerzo genuino sea atacado por personajes que, desde trincheras cómodas, solo buscan sembrar odio y división. Una profesora universitaria, en un desplante de mezquindad, ha decidido insultar a los jóvenes, llamarlos “porros” y acusarlos de privilegios. Nada más falso. Lo que en realidad incomoda es que estos estudiantes representan disciplina, excelencia y liderazgo: todo lo que la mediocridad no soporta ver.

Que quede claro: los integrantes de la FEUAS no piden favores, se han ganado su lugar con calificaciones, con trabajo en laboratorios, con medallas deportivas, con premios en investigación y con participación en la vida cultural de la universidad. Son jóvenes de familias humildes, muchos de casas del estudiante, que han sabido transformar el esfuerzo en mérito y hoy merecen respeto, no ataques.

Y que no se pierda de vista la gravedad del contexto: este 2 de octubre, mientras se recuerda la matanza estudiantil de 1968, resurgen los mismos discursos que entonces se usaron para descalificar a la juventud. En aquel tiempo, los llamaron revoltosos; hoy, los llaman porros. Ayer quisieron silenciarlos con balas; hoy intentan hacerlo con columnas llenas de veneno. La lógica es la misma: negarles a los estudiantes el derecho a pensar y decidir por sí mismos.

Pues bien: que lo escuchen alto y claro. Los estudiantes no son ciudadanos de segunda, son la esencia de la universidad. Y quien se atreva a atacarlos, sea profesor, columnista o político frustrado, debe saber que se enfrenta a la fuerza más poderosa que tiene la UAS: su juventud.

Porque si algo enseña la historia es que cada vez que intentan callar a los jóvenes, su voz termina retumbando más fuerte. Y esta vez no será la excepción.