Gran pacto de unidad para fortalecer el futuro de la UAS.
Jacinto Robles Salazar.
La Universidad Autónoma de Sinaloa no es solo una institución educativa: es el reflejo del anhelo de superación de miles de familias sinaloenses. Para muchas y muchos jóvenes, representa la única vía real hacia una vida distinta, con más oportunidades, con dignidad, con herramientas para construir su futuro. Proteger a la UAS no es solo defender a una universidad; es defender el derecho a soñar con un mejor mañana.
Hoy, más que nunca, la UAS enfrenta el reto de mirar hacia adelante. Lo hace en un contexto nacional complejo, donde las universidades públicas de todo el país enfrentan una creciente presión financiera, estructural y laboral. Así quedó de manifiesto en el reciente Congreso Nacional de la Confederación Nacional de Trabajadores Universitarios (CONTU), donde se reiteró que, sin reformas profundas, especialmente en el modelo de financiamiento y en los mecanismos para garantizar prestaciones laborales, el sistema de educación superior se volverá cada vez más vulnerable.
Pero en Sinaloa, se tiene la oportunidad de responder de forma diferente. Lejos de inmovilizaciones o caer en el desgaste de la confrontación, la UAS convoca a algo más grande: UN GRAN PACTO UNIVERSITARIO POR SU FUTURO.
Este pacto no es una salida de emergencia, ni un acuerdo coyuntural. Es, sobre todo, una propuesta de unidad, diálogo y corresponsabilidad. Un espacio donde converjan el Gobierno Federal, el Gobierno del Estado, la administración universitaria, los sindicatos, los trabajadores, los estudiantes y también los jubilados, todos comprometidos con el fortalecimiento de una universidad pública, gratuita, de calidad y con sentido humanista.
Un pacto que no le rehúya a los temas difíciles, como el financiamiento estructural, los subsidios, o el sistema de pensiones y jubilación dinámica, pero que tampoco se quede atrapado en ellos. Porque la prioridad debe ser clara: que la UAS pueda concentrarse en su función esencial, que es educar, formar y transformar vidas.
La Universidad ya ha dado pasos firmes en esa dirección. Bajo el liderazgo del rector Dr. Jesús Madueña Molina, se ha puesto en marcha un proceso de reingeniería administrativa, financiera y normativa, basado en ocho ejes estratégicos que buscan garantizar la viabilidad institucional sin renunciar a la inclusión, la calidad ni la cobertura educativa. Y algo clave: este proceso se construye con el acompañamiento activo del Sindicato Único de Trabajadores de la UAS (SUNTUAS), en un ejercicio de corresponsabilidad y respeto mutuo.
Frente a este esfuerzo, el pacto que hoy se propone es el siguiente paso lógico: un espacio plural donde todas las voces sean escuchadas, donde las decisiones difíciles se tomen con altura de miras, y donde los intereses particulares cedan ante el interés común. Porque la Universidad no puede avanzar fragmentada, ni puede resolver sus retos si cada actor jala en dirección contraria.
No se trata solo de preservar derechos, que son irrenunciables, ni de administrar la escasez año tras año. Se trata de darle a la UAS las condiciones estructurales, jurídicas y financieras que necesita para cumplir plenamente su misión social. De permitirle planear a largo plazo, innovar, mejorar sus servicios, consolidar sus programas educativos y, sobre todo, seguir abriendo sus puertas a todos los jóvenes sinaloenses que encuentran en sus aulas la oportunidad de cambiar su destino.
La educación pública no puede ni debe ser rehén de litigios interminables, ni de disputas internas. Mucho menos de intereses mezquinos que ya una vez pusieron en riesgo mecanismos que, bien administrados, habrían fortalecido a toda la comunidad universitaria. La experiencia del fideicomiso de la jubilación dinámica, saboteado en el pasado por decisiones erróneas, debe servir como una lección histórica, no como un obstáculo. Hoy, más que nunca, necesitamos reconstruir desde la memoria y no desde el rencor.
La UAS tiene lo que muchas instituciones envidiarían: liderazgo, cohesión interna, experiencia, estructura y una comunidad que sigue creyendo en su potencial. Pero eso no basta si no se consolida un nuevo pacto que le dé rumbo y estabilidad.
Por eso, el llamado no puede esperar más.
Por el derecho de las y los jóvenes a una educación transformadora.
Por el respeto al trabajo de quienes sostienen día a día esta institución.
Por un sistema de pensiones justo, sostenible y solidario.
Y por una universidad moderna, libre y fuerte, capaz de mirar al futuro con serenidad.
Porque lo que está en juego no es solo el presente de la UAS, sino el proyecto de vida de miles de familias.
Que este pacto sea el comienzo de una nueva etapa.
De responsabilidad compartida.
De acuerdos firmes.
Y de visión institucional, por encima de cualquier interés individual.
La UAS lo merece.
Sinaloa lo necesita.
Y el país no puede darse el lujo de perder a una de sus universidades más comprometidas con la justicia social y la movilidad educativa.