Cuando la historia se repite: entre el deber de la memoria y el compromiso con el futuro de la Jubilación Dinámica en la UAS.
Jacinto Robles Salazar.
En la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), la historia no es un archivo olvidado: es una lección viva. Y cuando esa lección no se aprende, la historia se repite, a veces con consecuencias aún más graves. Hoy, esa advertencia vuelve a tocar la puerta de nuestra comunidad universitaria.
En noviembre de 2015, el entonces rector de la UAS Juan Eulogio Guerra Liera lanzó una alerta clara: la jubilación dinámica estaba en peligro. No por falta de voluntad institucional, ni por errores administrativos, sino porque un pequeño grupo de jubilados, encabezado por Marco Antonio Medrano Palazuelos, inició una ofensiva legal para desmantelar el fideicomiso creado en 2008, el único instrumento financiero capaz de sostener esa prestación a largo plazo.
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El fideicomiso no era una ocurrencia. Fue un modelo técnicamente respaldado que implicaba aportaciones compartidas entre trabajadores y administración para garantizar, con base en la solidaridad generacional, una jubilación digna y sostenible. Cada peso aportado por el trabajador era igualado por la Universidad, creando así un fondo que, bien administrado, habría asegurado la jubilación dinámica para varias generaciones.
Pero Medrano Palazuelos y su grupo dentro de la Asociación de Jubilados decidieron apostar por el conflicto. En lugar de fortalecer el fideicomiso, promovieron desinformación, sembraron desconfianza y llevaron el tema a tribunales, exigiendo la devolución de sus aportaciones y tachando de ilegal un esquema que era, en los hechos, la única vía viable para sostener esa prestación.
El resultado fue catastrófico: el fideicomiso se debilitó al grado de volverse insostenible, y desde 2016, toda una generación de trabajadores universitarios quedó fuera de la jubilación dinámica. Miles de universitarios que ingresaron después de esa fecha ya no tienen acceso a ese derecho histórico. Y hoy, incluso quienes aún gozan de él lo hacen en condiciones cada vez más frágiles.
Lo más grave es que, una década después, ese mismo grupo repite la misma estrategia. Hoy, de nuevo, desde la Asociación de Jubilados, se promueven demandas individuales por otras prestaciones, bajo el mismo guion: agitar, dividir, litigar, y con ello bloquear las soluciones institucionales.
La UAS ha sido clara: todas las prestaciones serán cubiertas a medida que los recursos gestionados ante instancias federales y estatales lleguen. No se niega ningún derecho. Pero cuando una prestación se judicializa, la institución queda legalmente impedida de resolverla por vía administrativa. Es una trampa legal que termina perjudicando a quienes más necesitan soluciones rápidas y sensatas.
Mientras tanto, en el escenario nacional, otras universidades enfrentan desafíos similares, pero sin los logros de cobertura de la UAS. La Universidad de Guadalajara, por ejemplo, apenas aceptó al 41.82% de sus aspirantes a nivel superior. En carreras como Medicina, el porcentaje fue menor al 20%. En cambio, la UAS sigue sosteniendo con firmeza la política de universalidad educativa, permitiendo que todos los jóvenes sinaloenses tengan acceso a la educación media superior y superior.
Esa decisión tiene un costo. Sostener la matrícula abierta, mejorar la calidad educativa y garantizar salarios y prestaciones legítimas, solo es posible con unidad, compromiso y corresponsabilidad. No con litigios sin sentido ni con campañas de desinformación promovidas por quienes ya una vez pusieron en riesgo a toda la institución.
Es momento de hablar con claridad: Marco Antonio Medrano Palazuelos y su grupo fueron responsables directos de dinamitar el fideicomiso. Lo hicieron a pesar de los múltiples llamados al diálogo. Lo hicieron sabiendo que su victoria jurídica sería una derrota colectiva. Y lo volvieron a hacer ahora, promoviendo demandas que no solo retrasan pagos, sino que vuelven a poner en riesgo prestaciones laborales, a costa de los trabajadores activos, los estudiantes y la propia viabilidad de la Universidad.
No se trata de renunciar a derechos. Se trata de saber defenderlos sin destruir los mecanismos que los hacen posibles.
La UAS no puede seguir atrapada en los errores del pasado. Hoy, más que nunca, se requiere memoria histórica para no repetir lo que ya costó demasiado. Y también se requiere valentía para señalar que no todos los liderazgos representan los intereses de la comunidad. Algunos, como el que encabeza Medrano Palazuelos, solo representan ambiciones personales, estrategias de presión y negocios jurídicos camuflados de lucha social.
El futuro de la UAS depende de que sus integrantes puedan ser capaces de cerrar esa etapa de confrontación permanente y abran un nuevo capítulo basado en la sinergia entre administración, sindicatos, trabajadores, estudiantes y jubilados con sentido institucional.
Porque lo que está en juego no es solo una prestación. Es el modelo universitario público, gratuito, universal y de calidad. Es la posibilidad de que nuevas generaciones encuentren en la UAS un camino de movilidad social y de transformación personal.
Que no se repita la historia por falta de memoria.
Que no se sacrifique el futuro por el pasado.
Que no se imponga la ambición de unos pocos sobre el bienestar de todos.
La UAS necesita unidad, no división. Compromiso, no confrontación. Y una visión colectiva, no intereses individuales.