«La doble cara de Denisse Díaz: entre el discurso y la conveniencia»

Jacinto Robles Salazar.

La Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) ha sido históricamente un espacio de pensamiento crítico, debate ideológico y formación de líderes. En los momentos más difíciles, esta institución ha demostrado una capacidad admirable para superar sus divisiones internas en nombre del interés superior: la educación pública. Por eso, resulta tan preocupante observar cómo ciertos actores, movidos más por ambición personal que por principios, han intentado capitalizar los conflictos internos en su propio beneficio. El caso de Denisse Díaz Quiñonez es un ejemplo claro y lamentable de esa práctica.

Denisse Díaz, quien fuera presidenta de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje del Estado de Sinaloa y aspirante a la rectoría de la UAS, protagonizó recientemente uno de los episodios más contradictorios y polarizantes en la vida universitaria sinaloense. Tras renunciar a su cargo en el órgano de conciliación laboral, emprendió una campaña marcada por el ataque, la división y una narrativa de confrontación con claros tintes de oportunismo político.

Lo paradójico y profundamente cuestionable es que Denisse fue, durante meses, una de las personas con mayor conocimiento y participación en los acuerdos institucionales entre la Universidad y el Gobierno del Estado. Acuerdos necesarios, responsables, que buscan garantizar la estabilidad y la continuidad académica de una de las casas de estudios más importantes del noroeste del país. Pese a ello, y con pleno conocimiento de causa, utilizó esos mismos pactos como tema principal en sus discursos para intentar desprestigiar algo de lo que ella misma era parte.

Muchos universitarios confiaron en ella. La apoyaron de buena fe, creyendo que representaba un cambio positivo. Hoy, esos mismos jóvenes y académicos se sienten traicionados. Y no es para menos. En su intento por posicionarse políticamente, Denisse no dudó en usar a quienes hoy se enfrentan al costo de haber creído en un proyecto vacío de contenido, pero lleno de cálculo personal.

Una fotografía reciente revela más que mil palabras: en ella, se le observa junto a su grupo político en un evento con el Secretario General de Gobierno, Feliciano Castro Meléndrez. ¿Casualidad? Difícilmente. Lo que en apariencia parecía una postura crítica contra los acuerdos institucionales, resultó ser un simple ardid para reposicionarse en la política local, con la venia de quienes han hecho del divisionismo su principal moneda de cambio.

Frente a esto, destaca la actitud madura y visionaria tanto del gobernador Rubén Rocha Moya como del rector Jesús Madueña Molina. Lejos de ceder ante presiones o chantajes, ambos líderes han demostrado que los acuerdos de respeto mutuo y colaboración entre Universidad y Gobierno son posibles, necesarios y, sobre todo, deseables. Es este entendimiento, construido desde la institucionalidad, lo que ha permitido sortear crisis, garantizar presupuestos y proteger la autonomía universitaria.

Quienes como Denisse Díaz se aferran a prácticas del pasado donde el conflicto interno era el único camino para aspirar a cuotas de poder no entienden que los tiempos han cambiado. Hoy, Sinaloa exige altura de miras, compromiso real con la educación y una política que construya, no que destruya.

La comunidad universitaria debe reflexionar con claridad. No todo el que se dice defensor de la universidad lo es. No todo el que critica acuerdos lo hace por honestidad. Y no todo liderazgo es sinónimo de dirección. A veces, la traición viene disfrazada de activismo.

Hoy más que nunca, la UAS necesita unidad, visión de futuro y lealtad a sus principios. Y eso no se consigue con campañas de odio, sino con compromiso real. Denisse eligió el camino contrario. El tiempo y la historia ya comienzan a cobrarle la factura.